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domingo, 28 de agosto de 2016

“EL BARRIO ES EL ECOSISTEMA DEL CHAVISMO, TIENE ALLÍ SU SEMILLA PLANTADA”


Los saqueos y protestas son normales en una situación económica como la actual. Eso puede fortalecer al chavismo. Vea cómo.
El analista político español Alejandro Fierro está convencido que el chavismo como opción política en Venezuela “llegó para quedarse”, y aunque entiende que en el futuro pueda ganar o perder simpatizantes, su base sigue estando en los sectores populares –no obstante en él confluyen muchos otros sectores–.

Fierro explica que la reafirmación de su carácter izquierdista y anticapitalista “impide cualquier apropiación del chavismo por parte de sectores derechistas”, hecho del que, a su juicio, siempre estuvo consciente Chávez.

Este voto de castigo no es una abjuración de la naturaleza chavista del barrio. Lo que sí se puede afirmar es que el barrio no es opositor.

– ¿Crees que los barrios venezolanos siguen siendo chavistas?

–El chavismo plantó su semilla en el barrio. Es su ecosistema. El lugar del que surge y en el que crece hasta llegar, en un momento dado, a ser la fuerza hegemónica. Ahora bien, la hegemonía no es algo estático. Fluctúa según las dinámicas sociales. Se retrae o bien se expande, pero nunca permanece inmóvil. Es evidente que la situación económica ha originado una creciente desafección hacia el chavismo, con el automatismo generalizado de todas las democracias electivas en las que se castiga a la opción gobernante cuando las cosas van mal, especialmente en lo económico, más allá de cuáles sean las verdaderas causas de esta situación. Pero este voto de castigo no es una abjuración de la naturaleza chavista del barrio. Lo que sí se puede afirmar es que el barrio no es opositor, que la semilla de la derecha jamás arraigo allí. Los votos que obtiene en las zonas populares son votos prestados, volátiles, producto de ese castigo más que de una auténtica seducción por la propuesta neoliberal.


El chavismo] no es capitalista, no es neoliberal y no es de derechas. Esto último es muy importante, puesto que impide cualquier apropiación del chavismo por parte de sectores derechistas, tal y como sí ocurre con el peronismo en Argentina.

– ¿Cómo describirías a un chavista?

–El chavismo es tremendamente heterogéneo. Al él se llega desde multitud de lugares: las clases populares, la izquierda partidista o sindical tradicional, ciertas facciones intelectualizadas de la clase media, el sector militar, el nacionalista-desarrollista, los auténticamente pobres de solemnidad, los admiradores irredentos de Chávez, la aristocracia obrera… Cada sector con unas demandas diferentes, pero todas esas demandas encuentran respuesta en Chávez y en el chavismo, volviéndose equivalentes. A partir de esta heterogeneidad, es más fácil describir al chavismo o al chavista por lo que no es que por lo que es; por lo que adversa que por lo que propone. No es capitalista, no es neoliberal y no es de derechas. Esto último es muy importante, puesto que impide cualquier apropiación del chavismo por parte de sectores derechistas, tal y como sí ocurre con el peronismo en Argentina. Chávez era consciente de este riesgo y por ello explicitaba continuamente el carácter izquierdista del chavismo.

– ¿Qué interpretación haces de que se hayan logrado prender protestas callejeras en bastiones chavistas como Carupano y Tucupido?

–Ante una situación económica negativa, es lógico que surjan protestas. Lo que hay que preguntarse es si estas protestas son una enmienda a la totalidad del chavismo como proyecto político. Y ni por tamaño, ni por fuerza ni por intensidad parece que lo sean, como sí lo fue el Caracazo contra la Cuarta República. La gente no quiere un nuevo sistema político, una nueva Constitución, un nuevo orden diferente al que alumbró la Carta Magna de 1999… Lo que quiere es que este sistema funcione, que le provea de sus necesidades básicas y que garantice sus derechos. Y cuando siente que eso no está ocurriendo, interpela a la opción gobernante de muchas formas, una de las cuales es la protesta, algo sumamente legítimo y democrático. En este sentido, no puedo dejar de recordar que ejercicios democráticos similares en los años 80 y 90 fueron reprimidos con extremada crueldad, con un saldo de varias miles de personas asesinadas.

– ¿Cómo crees que el chavismo de base, el de barrio, está asimilando una situación social como la que se vive actualmente en Venezuela?

–Si nos referimos a las expresiones organizadas del poder popular, desde los consejos comunales hasta los movimientos sociales, no cabe duda de que han dado un paso adelante para contrarrestar los efectos del desabastecimiento y la inflación que no son causas por sí mismos, sino consecuencia de tácticas de acaparamiento y especulación. Las iniciativas van desde su participación en los Comités Locales de Abastecimiento y Producción hasta proyectos novedosos como cooperativas de consumo que ponen en contacto directo, sin intermediarios, a productores con consumidores. Todo dentro de una lógica de la excepcionalidad que, obviamente, no puede perpetuarse. Pero es en estos momentos especiales cuando se demuestra la importancia de la red organizativa que se ha ido tejiendo a lo largo de los años. Si de lo que hablamos es de una persona no organizada que viene de votar al chavismo, es decir, de un simpatizante cuyas lealtades se basan en la capacidad de una oferta electoral para proveerle de bienes y servicios y garantizar sus derechos básicos, es lógico que se encuentre sumido en la perplejidad al comparar el pasado reciente con la situación actual. Pero me da la impresión de que junto a esta perplejidad tiene el convencimiento de que la propuesta neoliberal de la derecha no es ninguna solución.


Las mayorías populares supieron ver la relación directa que existía entre el capitalismo y su pobreza y, a la vez, tuvieron el contraejemplo de una propuesta, la chavista.

– ¿Crees que la crisis tenga impacto sobre la idea misma de ser chavista?

–La derecha -y no sólo la derecha venezolana- quiere una victoria total. Su objetivo no es derrocar a Maduro ni mucho menos mejorar las condiciones de vida de las mayorías populares. Su único propósito es aplastar cualquier alternativa al capitalismo neoliberal. Y para que este aplastamiento tenga éxito en lo concreto, es necesario ganar la batalla cultural: el chavismo es intrínsecamente perverso como antes lo fue el comunismo; frente a la quimera chavista, el capitalismo vuelve a demostrar que es la única posibilidad viable, como ya lo demostró ante el comunismo… Pero ocurre que el capitalismo, sobre todo en su versión más neoliberal, ya no es inocente en Venezuela. Y no sólo a ojos de las minorías mejor informadas o más ideologizadas, sino de las mayorías populares que supieron ver la relación directa que existía entre el capitalismo y su pobreza y, a la vez, tuvieron el contraejemplo de una propuesta, la chavista, que mejoró sustancialmente sus condiciones de vida.

– ¿Qué opinión tienes de la relación que existe hoy en día entre la dirigencia y la base chavista?

–La dialéctica entre dirigencia y bases -organizadas, lógicamente, puesto que a la persona simpatizante atomizada sólo puedes interpelarla a partir de los medios de comunicación- es uno de los aspectos más apasionantes del chavismo como fenómeno político y en general de los procesos de emancipación latinoamericanos de este siglo XXI. Es una relación de tensión dinámica siempre surcada por conflictos. La dirigencia de un movimiento popular no puede independizarse de las bases, so pena de ceñirse exclusivamente a la representación, un terreno en el que siempre será vencida por el capitalismo, bien a través de la derrota concreta electoral o a su absorción por el sistema y conversión en partido de orden. Pero a su vez, las bases no pueden impugnar por completo a la dirigencia cada vez que una de sus demandas no es satisfecha en su totalidad. En última instancia, le estaría abriendo las puertas a la derecha a la que se supone que quiere combatir. El manejo de esta tensión dirigencia-base no viene en ningún manual. Hay que irlo construyendo a medida que se avanza en el camino, ya sea en los momentos buenos del pasado reciente o en la complejidad actual.

– ¿Crees que el modelo social promovido por Chávez está siendo cuestionado por la situación económica?

–En esta situación de intento de restauración conservadora en Latinoamérica la derecha trata de consolidar el siguiente argumento: las propuestas populares (populistas, en su jerga) se mantuvieron por el inhabitual exageradísimo precio de las materias primas, desde el petróleo hasta la soja. Una vez que los precios han vuelto a la normalidad, se ha demostrado su “intrínseca ineficiencia”; un concepto reciclado del “intrínsecamente perverso” del que hablaba antes. Es un argumento falaz, puesto que elude conscientemente que para llevar a cabo todos los programas sociales que han supuesto una mejora sin precedentes en las condiciones de vida de las mayorías populares lo primero que hay que tener, antes que dinero, es voluntad política para llevarlos a la práctica. No es la primera bonanza económica del subcontinente. Recordemos, por ejemplo, la Venezuela saudí de los 70. Había mucho dinero, pero ninguna voluntad política para que beneficiara a la gente. En un país tan rico como aquel, con una coyuntura exterior sumamente favorable, las mayorías populares estaban empobrecidas hasta niveles inhumanos, mientras que una minoría exhibía sus riquezas con una obscenidad pocas veces vista. Incluso hoy en día podemos ver como Macri o Rajoy afrontan la crisis siendo extremadamente generosos con los poderosos y tremendamente crueles con los débiles. Es muy fácil cuadrar las cuentas en una hoja de Excel dejando fuera al 30 o 40 por ciento de la población. Lo que requiere de coraje político para enfrentarte con esos poderosos, de voluntad política, en definitiva, es cuadrarlas con toda la población dentro, sin dejar a nadie atrás.

– ¿Sobreviviría el chavismo a una derrota electoral?

–El chavismo llegó para quedarse. Puede ganar o perder elecciones, agrandar su base o perder simpatizantes, pero ya forma parte del paisaje político venezolano. La derecha tratará de eliminarlo en lo concreto y lo cultural, pero no creo que sea capaz y sus dirigentes más clarividentes lo saben. Un ejemplo lo constituyen las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre, a pesar de la derrota. Con una situación económica muy adversa y contando con el automatismo electoral ya mencionado de que en estas coyunturas se castiga a la opción gobernante, más de cinco millones y medio de personas votaron a una propuesta que habla sin ambages de socialismo, poder popular, comuna, anticapitalismo, antiimperialismo… Esto no ocurre en ningún otro país del mundo con elecciones pluripartidistas. Quizás la única excepción sea Bolivia. Pero Syriza, en Grecia, no maneja este lenguaje tan descarnadamente de izquierdas. Ni Podemos o Izquierda Unida en España o Corbyn o Sanders… Que una propuesta con un discurso tan radical tenga un apoyo masivo, de más del 40 por ciento del electorado, en medio de una situación económica negativa, con independencia de que gane o no, es una muestra de fortaleza cultural.

– ¿El chavismo será más radical o más conservador en el futuro?

–Lo importante no es que sea más o menos radical, más o menos conservador. Lo decisivo es que siga siendo anticapitalista y antineoliberal. A partir de ahí, la velocidad de crucero será una cuestión táctica que responderá a las exigencias del momento.

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-Alejandro Fierro es analista político e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag). También fue investigador de la Fundación GIS XXI en Comunicación Política y Comunicación Electoral. Se ha desempeñado como asesor en procesos electorales en España, Paraguay, Chile y Venezuela.

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